domingo, 13 de septiembre de 2009

EN LIBERTAD, TE ESCRIBO

Te destierro
A los confines últimos
De la finitud de la hoja.
Te recluyo al último rincón.
Exiliada estás, separada, inmóvil, forcluida
De la caótica informidad
Sólo para entrar a un orden tortuoso
En el que deliberadamente te he asignado yo.
Habrás de finiquitar tu feliz destino de errante vaga
Para conformar
El engaño de un sentido,
La locura de un cuaderno,
El delirio de un renglón.
Sufrirás un terrible y asolador abandono
Cuando la impiedad de mi mano dé vuelta la hoja.
Vivirás mucho tiempo, y el mismo decidirá
Consultando a la suerte
Si tendrás
El orgullo cautivador de la inmortalidad.
Desde hoy no podremos separar entre túyyo,
Entre ustedesynosotros
-y finalmente nosotros-,
El despertar en la aurora de un mismo devenir
Y su sinuoso delta.
Has firmado una condena bajo la inflexión de mi birome
Y la coerción absurda de mis dedos.
Naciste nuevamente,
Tristemente encarnada bajo el halo de mi pluma.
Pagarás una reclusión sin fianza por ello
Y sin culpa
Mientras yo siga encadenado, poema querido,
A un cuaderno nuevo, a un papel en blanco,
A mi cálida cárcel de empedernido escritor.

1 comentario:

Emanuel Simo dijo...

Tenga cuidado con esto de andar exiliando a la gente, se lo digo yo por experiencia, y, una vez más, me apoyo en las palabras de los otros que son mucho más bellas que las mías: "Exilio. Al decidir renunciar al estado amoroso, el sujeto se ve con tristeza exiliado de su imaginario.
Trato de arrancarme a lo Imaginario amoroso: pero lo Imaginario arde por debajo, como el carbón mal apagado; se inflama de nuevo; lo que había sido abandonado resurge; de la tumba mal cerrada retumba bruscamente un largo grito" (de Roland Barthes, en sus "Fragmentos de un discurso") amoroso")