Que nuestros labios trasmutaran a beso.
Que robar no sería un delito.
Que mentir no existiría
Que soñar no soñaría.
Que el engaño no traicionaría.
Que del poema naciera tu cuerpo.
Que de otro el mío.
Que de un tercero el nuestro.
Que vivir no costaría.
Que de sufrir no gozaría.
Que de vos sí…
Si la nada de verdad no importase.
lunes, 28 de septiembre de 2009
domingo, 20 de septiembre de 2009
UN PARECER / O FANTÁSTICA ELUCUBRACIÓN
¿Qué si me gustaría ser un Borges, un Catulo, un Neruda, un Cortázar?
Obvio que me gustaría serlo. A quién no. De hecho, los soy.
En algún punto, remoto, quizás sea un poco de alguno de ellos; es más, sería una muy interesante curiosidad la sugerente encarnación, o pre-encarnación, como se guste o prefiera pensar.
Pero quizás, en otro punto igual de remoto, al no ser ninguno de ellos, puedo ser ese poco, que no es efímero, de todos. Ese es el tema: quizás si tengo algo de alguno de ellos, quizás si soy alguno de ellos, quizás si soy todos, o quizás casi.
Sin embargo, si fuera alguno de ellos, si en mi reinaran como esencia la propiedad tanto física como metafísica de sus personas, dudo que estuviera tan bueno, en verdad –o en mentira-, o bien, de hecho, dado que si fuera alguno de ellos no podría soñar con ese que soy, pues ya sería, y de esa forma tan simple que ilumina, u oscurece, qué más da, no podría ser todos.
Si fuera Cortázar, en realidad no creo que anhelara ser Borges, porque Neruda no soñaría con ser Neruda, y a Catulo dudo que le interese otra cosa que no sea Lesbia y su amor de esquina.
Obvio que me gustaría serlo. A quién no. De hecho, los soy.
En algún punto, remoto, quizás sea un poco de alguno de ellos; es más, sería una muy interesante curiosidad la sugerente encarnación, o pre-encarnación, como se guste o prefiera pensar.
Pero quizás, en otro punto igual de remoto, al no ser ninguno de ellos, puedo ser ese poco, que no es efímero, de todos. Ese es el tema: quizás si tengo algo de alguno de ellos, quizás si soy alguno de ellos, quizás si soy todos, o quizás casi.
Sin embargo, si fuera alguno de ellos, si en mi reinaran como esencia la propiedad tanto física como metafísica de sus personas, dudo que estuviera tan bueno, en verdad –o en mentira-, o bien, de hecho, dado que si fuera alguno de ellos no podría soñar con ese que soy, pues ya sería, y de esa forma tan simple que ilumina, u oscurece, qué más da, no podría ser todos.
Si fuera Cortázar, en realidad no creo que anhelara ser Borges, porque Neruda no soñaría con ser Neruda, y a Catulo dudo que le interese otra cosa que no sea Lesbia y su amor de esquina.
POEMA AL FIN
El abrazo ruin
La boca infiel
El juramento marchito
La tentación del orgullo
La confianza perdida
La inocencia desnuda
El deseo culpable
De querer conocerte
Inocente y desnuda
Y regalarte
La boca infiel
El juramento marchito
La tentación del orgullo
La confianza perdida
La inocencia desnuda
El deseo culpable
De querer conocerte
Inocente y desnuda
Y regalarte
Un poema afín.
POEMA-CORTO
Enterrando musas
Desterrando un corazón
Aterrando una hoja
Va el poeta decidido
Con pala y pluma
A-cavar su inspiración.
Desterrando un corazón
Aterrando una hoja
Va el poeta decidido
Con pala y pluma
A-cavar su inspiración.
domingo, 13 de septiembre de 2009
SI YO FUERA DIOS (o acerca de la creatividad divina)
-----------------------------------------“Pues todo un dios se recrea
----------------------------------------En tan graciosa belleza”
---------------------------------------(Oración religiosa).
Que si yo fuera dios, habría hecho mejor las cosas.
Entiendo la difícil responsabilidad de armar este rompecabezas galáctico, pero siendo todopoderoso, creo que no me habría limitado en algunas básicas cuestiones.
Que si yo fuera dios entonces, así habría dispuesto: que el Verbo no hubiera sido Verbo, sino la Oración entera.
Adán podría haber comido manzanas y la serpiente no hubiera sido una quimera.
Con el diablo habríamos pactado, y entre el cielo y el infierno habría un portal sin puerta.
La semana seguiría siendo semana, con siete días, eso no me molesta. Pero de seguro habría abolido el tiempo, así sábados, domingos y feriados podrían ser eternos. De la misma manera, nadie llegaría tarde al trabajo y las siestas serían verdaderamente duraderas.
No existiría la burocracia en mi universo, ni el tráfico (quizás algún mero embotellamiento, en el caso que a alguien pueda llegar a resultarle aquello agradable), y sí alguna suerte de ticket para pasar gratis a cualquier pueblo, rincón, pub o estado.
Y desde luego más alas.
Que si él nos hizo a imagen y semejanza, tiene un costado medio fiero. Conmigo, en cambio, si tuviera que gestionar esta empresa del universo, no existirían ni la maldad ni los feos, de panzas y juanetes estaríamos todos exentos. La enfermedad, la vejez y la muerte de entrada y súbito ataque de tos habrían muerto.
En mi ejemplar reino la pobreza sólo sería un mal sueño, pero, a su vez, el mismo sueño sólo sabría de realización de deseos. Abundarían asimismo las lámparas de pícaros genios.
Como dios tonante y reinante, habría vetado el perdón y el pecado, nadie hubiera llegado a pensar o imaginarse tan terribles y fatídicos sucesos. Por su parte, la culpa estaría severamente penada por ley.
Si el numen, a cada día que hizo algo vio que eso era bueno, habrá sido muy conformista y austero. Yo quizás hubiera sido más riguroso y menos discreto.
Pero, sin embargo, y pese a todos los desastres e inconformismos propiamente naturales que han nacido de mi humanidad, a Dios, o dios, si lo hay, o los hay, glorifico y canto, porque la verdad es que no sé si me habría salido, no sé si en mi potestad hubiera estado la posibilidad de concebir la idea de crearte a vos, mujer inmaculadamente bella.
----------------------------------------En tan graciosa belleza”
---------------------------------------(Oración religiosa).
Que si yo fuera dios, habría hecho mejor las cosas.
Entiendo la difícil responsabilidad de armar este rompecabezas galáctico, pero siendo todopoderoso, creo que no me habría limitado en algunas básicas cuestiones.
Que si yo fuera dios entonces, así habría dispuesto: que el Verbo no hubiera sido Verbo, sino la Oración entera.
Adán podría haber comido manzanas y la serpiente no hubiera sido una quimera.
Con el diablo habríamos pactado, y entre el cielo y el infierno habría un portal sin puerta.
La semana seguiría siendo semana, con siete días, eso no me molesta. Pero de seguro habría abolido el tiempo, así sábados, domingos y feriados podrían ser eternos. De la misma manera, nadie llegaría tarde al trabajo y las siestas serían verdaderamente duraderas.
No existiría la burocracia en mi universo, ni el tráfico (quizás algún mero embotellamiento, en el caso que a alguien pueda llegar a resultarle aquello agradable), y sí alguna suerte de ticket para pasar gratis a cualquier pueblo, rincón, pub o estado.
Y desde luego más alas.
Que si él nos hizo a imagen y semejanza, tiene un costado medio fiero. Conmigo, en cambio, si tuviera que gestionar esta empresa del universo, no existirían ni la maldad ni los feos, de panzas y juanetes estaríamos todos exentos. La enfermedad, la vejez y la muerte de entrada y súbito ataque de tos habrían muerto.
En mi ejemplar reino la pobreza sólo sería un mal sueño, pero, a su vez, el mismo sueño sólo sabría de realización de deseos. Abundarían asimismo las lámparas de pícaros genios.
Como dios tonante y reinante, habría vetado el perdón y el pecado, nadie hubiera llegado a pensar o imaginarse tan terribles y fatídicos sucesos. Por su parte, la culpa estaría severamente penada por ley.
Si el numen, a cada día que hizo algo vio que eso era bueno, habrá sido muy conformista y austero. Yo quizás hubiera sido más riguroso y menos discreto.
Pero, sin embargo, y pese a todos los desastres e inconformismos propiamente naturales que han nacido de mi humanidad, a Dios, o dios, si lo hay, o los hay, glorifico y canto, porque la verdad es que no sé si me habría salido, no sé si en mi potestad hubiera estado la posibilidad de concebir la idea de crearte a vos, mujer inmaculadamente bella.
REVERSOS Y ANVERSOS
Tu espalda
puede encarnar
la ternura celestial
del más bello de los romances
que pueda inscribir tinta alguna
en dorsal poema.
Si estás de vuelta
sólo se inicia una entrada,
sólo se avizora un retorno
a la magia de los sueños
de mis manos que te abrazan.
El contorno de tus hombros
que descienden por cervical ladera,
esculpida con magnífica destreza,
todavía atesoran un secreto:
Tu prospecto,
mujer,
desaparece
cuando el diáfano espectro,
cuando la sombra de tu revés augura
que te estás volviendo
y te ciernes de frente
ante al brillo obnubilado de mis ojos
de vos
flagrantes y ardientes.
Nada puede hacer
el misterio crepuscular
de tu dorso
contra la belleza abismal
del amanecer radiante
de tu alma
de frente.
puede encarnar
la ternura celestial
del más bello de los romances
que pueda inscribir tinta alguna
en dorsal poema.
Si estás de vuelta
sólo se inicia una entrada,
sólo se avizora un retorno
a la magia de los sueños
de mis manos que te abrazan.
El contorno de tus hombros
que descienden por cervical ladera,
esculpida con magnífica destreza,
todavía atesoran un secreto:
Tu prospecto,
mujer,
desaparece
cuando el diáfano espectro,
cuando la sombra de tu revés augura
que te estás volviendo
y te ciernes de frente
ante al brillo obnubilado de mis ojos
de vos
flagrantes y ardientes.
Nada puede hacer
el misterio crepuscular
de tu dorso
contra la belleza abismal
del amanecer radiante
de tu alma
de frente.
CUESTIÓN
¿Cuál es la diferencia entre el sueño y a muerte?¿Porque
tememos tanto a uno y amamos tanto al otro?¿será porque en alguno, no sabría
todavía cuál, sabemos que vamos a despertar?
DES-TINO
Con soberano tino
Trazó el poeta
Trágico su sino.
Porqué pecar
Como evitar
El hurto diabólico
De la fruta prohibida
Si la hermosa dama
A gritos silenciosos
Sin clemencia
Se lo reclamaba.
Nadie sabía nada
Pero era de común acuerdo
Tan fácil adivinar
Lo que todos pensaban.
El uno el tino
La una el trazo
El otro, trágico su sino.
¿Cuál de ellos,
Soberano, vencerá
En esta contienda?
Trazó el poeta
Trágico su sino.
Porqué pecar
Como evitar
El hurto diabólico
De la fruta prohibida
Si la hermosa dama
A gritos silenciosos
Sin clemencia
Se lo reclamaba.
Nadie sabía nada
Pero era de común acuerdo
Tan fácil adivinar
Lo que todos pensaban.
El uno el tino
La una el trazo
El otro, trágico su sino.
¿Cuál de ellos,
Soberano, vencerá
En esta contienda?
DIMENSIÓN PARALELA
¿Qué harías si el tiempo y el espacio fueran sólo esto?
Me refiero a sólo el auto, vos y yo. Si sólo estuviéramos nosotros, si esto fuera alguna especie de dimensión paralela, donde no existan, hayan quedado abolidos el tiempo y el espacio, donde sólo este momento, que podría ser efímero o eterno, y nosotros en él, los únicos con la suerte de un instante en este paréntesis que nos brindó la fortuna y el mundo.
En ese paréntesis, en ese intersticio vacío de regla ortográfica –y de todo tipo de regla- donde no existe nada más que vos, yo y mi auto, aparece entonces la posibilidad, no sólo mágica sino también real –que es lo mágico del asunto-, de que uno, o dos, puedan hacer lo que uno, o dos, quieran hacer con eso.
¿Y no tenemos nosotros el poder de crear esta dimensión extraña? ¿Cuál es la palabra, o el conjuro, o el dios capaz de inventarlo? Para mí que la respuesta, la palabra, el númen, responden a esta soledad soberana que nos cobija y la posibilidad misma de engañar al destino y a lo común de lo terrenal y de toda lógica humana imperante. Alguno lo habrán llamado mentira, a mi me gustaría que lo bauticemos como un recreo, o simplemente un descuido. Hasta podemos imaginar, con la fuerza de una génesis, otros dos nosotros, que se encontraron, una saliendo del baño y el otro por entrar tarde a clases, y en vez de eso, la entrada a clases, se fueron a tomar un café o una coca a la confitería y a charlar de la facultad, de los exámenes, de lo aburrido que resulta siempre en salud pública un martes que promedia las 2.30 de la tarde.
Y todo eso mientras nosotros, los verdaderos nosotros, o los ficticios, en un punto no importa –en otro sí, pero ea que nos queda la dimensión paralela-, se escaparon de la cotidianeidad y sus lógicas, huyeron del sentido común y detestaron la abulia de lo rutinario, de lo terriblemente real, de la simplicidad de lo simple, de los parámetros seguros en donde reina la locura de lo normal con sus razones legionarias.
¿No estaría bueno que entre tanto nuestros otros nosotros toman esa coca y fuman ese cigarrillo, nuestros otros otros nosotros nos perdemos en lo absurdo de una travesía a donde no hay nada, y la nada abunda con su paisaje, donde ningún nosotros y menos ningún nadie nos pudiera encontrar, a pesar de que sólo hay unos kilómetros entre unos y otros?
¿Y qué harías entonces en ese momento, en ese intersticio deliberada y artificialmente creado, en ese instante y en ese pequeño espacio que nos brinda nuestro abandono solitario a la comodidad de mi auto?
Yo seguro leería este poema, te contaría otras irracionales teorías y finalmente trataría de besarte, si has podido entender que este espacio sólo es y sólo importa a nosotros, que hemos robado un intervalo y una pausa a la mortalidad de las agujas que en apariencia nunca cesan de correr, con ligereza de gacela, hacia la misma nada que acabamos de reconocer. ¿Y no estarían buenos esa pausa y ese beso? ¿No sería el acto más ético a consumar?
Sería el mejor hurto, aparte, porque el tiempo no lo hemos robado, de eso se encargan, a él lo ocupan nuestros cómplices nosotros, que existen por la gracia de que nadie los vio o a nadie interesan, quizás sólo a las preguntas venideras que con algún chamuyo, que ni siquiera tendría que ser el mejor –como este-, responderíamos con magistral elocuencia. Además, nada dejaría de ser verdad, porque una parte tuya y una parte mía estuvieron de verdad en sus fantasías bebiendo café dulce y esas medialunas, mientras otra parte mía se encargaba de despejar de tu frente tus cabellos y otra parte tuya conjuraba contra la indiferencia de tus labios, ahora sendos traidores, y luego nuestros besos degustaban los cuellos, mientras otros de nosotros gozaban con la mentira de dos cuerpos fundidos, en un auto de testigo.
Y sólo así, sólo así, mi amor, mi amor de paréntesis, vivíamos, por una fugaz porción de un tiempo que nunca supo del mismo, más que el resto de la suma los granos de arena del reloj y nuestras vidas.
Suena tonto, para lelos, lo sé, amiga, -le decía él mientras arrancaba el auto y se disponían a volver para llegar a tiempo a clases esta vez-, justamente para aquellos que no saben que la importancia del universo no radica ni en su paralelismo, ni en su perpendicularidad.
Me refiero a sólo el auto, vos y yo. Si sólo estuviéramos nosotros, si esto fuera alguna especie de dimensión paralela, donde no existan, hayan quedado abolidos el tiempo y el espacio, donde sólo este momento, que podría ser efímero o eterno, y nosotros en él, los únicos con la suerte de un instante en este paréntesis que nos brindó la fortuna y el mundo.
En ese paréntesis, en ese intersticio vacío de regla ortográfica –y de todo tipo de regla- donde no existe nada más que vos, yo y mi auto, aparece entonces la posibilidad, no sólo mágica sino también real –que es lo mágico del asunto-, de que uno, o dos, puedan hacer lo que uno, o dos, quieran hacer con eso.
¿Y no tenemos nosotros el poder de crear esta dimensión extraña? ¿Cuál es la palabra, o el conjuro, o el dios capaz de inventarlo? Para mí que la respuesta, la palabra, el númen, responden a esta soledad soberana que nos cobija y la posibilidad misma de engañar al destino y a lo común de lo terrenal y de toda lógica humana imperante. Alguno lo habrán llamado mentira, a mi me gustaría que lo bauticemos como un recreo, o simplemente un descuido. Hasta podemos imaginar, con la fuerza de una génesis, otros dos nosotros, que se encontraron, una saliendo del baño y el otro por entrar tarde a clases, y en vez de eso, la entrada a clases, se fueron a tomar un café o una coca a la confitería y a charlar de la facultad, de los exámenes, de lo aburrido que resulta siempre en salud pública un martes que promedia las 2.30 de la tarde.
Y todo eso mientras nosotros, los verdaderos nosotros, o los ficticios, en un punto no importa –en otro sí, pero ea que nos queda la dimensión paralela-, se escaparon de la cotidianeidad y sus lógicas, huyeron del sentido común y detestaron la abulia de lo rutinario, de lo terriblemente real, de la simplicidad de lo simple, de los parámetros seguros en donde reina la locura de lo normal con sus razones legionarias.
¿No estaría bueno que entre tanto nuestros otros nosotros toman esa coca y fuman ese cigarrillo, nuestros otros otros nosotros nos perdemos en lo absurdo de una travesía a donde no hay nada, y la nada abunda con su paisaje, donde ningún nosotros y menos ningún nadie nos pudiera encontrar, a pesar de que sólo hay unos kilómetros entre unos y otros?
¿Y qué harías entonces en ese momento, en ese intersticio deliberada y artificialmente creado, en ese instante y en ese pequeño espacio que nos brinda nuestro abandono solitario a la comodidad de mi auto?
Yo seguro leería este poema, te contaría otras irracionales teorías y finalmente trataría de besarte, si has podido entender que este espacio sólo es y sólo importa a nosotros, que hemos robado un intervalo y una pausa a la mortalidad de las agujas que en apariencia nunca cesan de correr, con ligereza de gacela, hacia la misma nada que acabamos de reconocer. ¿Y no estarían buenos esa pausa y ese beso? ¿No sería el acto más ético a consumar?
Sería el mejor hurto, aparte, porque el tiempo no lo hemos robado, de eso se encargan, a él lo ocupan nuestros cómplices nosotros, que existen por la gracia de que nadie los vio o a nadie interesan, quizás sólo a las preguntas venideras que con algún chamuyo, que ni siquiera tendría que ser el mejor –como este-, responderíamos con magistral elocuencia. Además, nada dejaría de ser verdad, porque una parte tuya y una parte mía estuvieron de verdad en sus fantasías bebiendo café dulce y esas medialunas, mientras otra parte mía se encargaba de despejar de tu frente tus cabellos y otra parte tuya conjuraba contra la indiferencia de tus labios, ahora sendos traidores, y luego nuestros besos degustaban los cuellos, mientras otros de nosotros gozaban con la mentira de dos cuerpos fundidos, en un auto de testigo.
Y sólo así, sólo así, mi amor, mi amor de paréntesis, vivíamos, por una fugaz porción de un tiempo que nunca supo del mismo, más que el resto de la suma los granos de arena del reloj y nuestras vidas.
Suena tonto, para lelos, lo sé, amiga, -le decía él mientras arrancaba el auto y se disponían a volver para llegar a tiempo a clases esta vez-, justamente para aquellos que no saben que la importancia del universo no radica ni en su paralelismo, ni en su perpendicularidad.
REQUIEM DE UNA FUTURA NOVELA O UNA NOVELA FUTURÍSTICA
Otra vez otro poema sin gracia y sin brillo, así de sencillo. Otra vez otro poema lindo, simpático, otro poema que sólo amerita un triste “qué bueno está” o un menguado y austero “buenísimo”, pero sobre todo aburrido de tanta normalidad. Nunca un salto, un suspiro, un grito, un quedarse absorto y sin palabras. -Y otra vez yo confundiendo ya un poema simple, con la simplísima boludez a la que tan bien se puede tender en mi cabeza. Me tengo que grabar que uno no escribe por el éxito. Y bueno… quizás alguno llegue a tener éxito; como decía un tal no sé quién: “de lo sublime a lo ridículo”… y conmutamos-. Así pasaban sus minutos, mortificado pero por lo menos, o en su gran parte, entretenido entre finas –finísimas- “hilaciones” de pensamiento. Y lo más gracioso es que todavía quería escribir una novela.
Era otro frío día de Mayo en invierno, que parecía congelar en un freezer de los buenos sus momentos de inspiración, como a él le encantaba llamarlos.
-Inspiración, imaginación, musas, siempre dando vueltas por lo mismo vos- se decía antes de agarrar su mochila para partir nomás a la facultad, intentando la imposible empresa de no pensar – o al menos no pensar boludeces. Si por lo menos pensara cosas interesantes, o útiles, o diferentes, o aunque sea una de esas cosas que a uno le hacen ganar unos mangos… ¿los demás escritores habrán estado exentos de monetaria ambición? ¿Y qué carajo pensarían? Ya sé por lo menos que Rubén Darío sí gozaba de económica lujuria…- justo en ese punto se interrumpía su brillante entelequia, al llegar su colectivo a buscarlo de su habitual parada.
-Parada…-río con muda fascinación luego de encajar casi a la fuerza las totalidad de monedas que equivalían por esos tiempos a un pasaje de colectivo-que curiosa palabra…hasta podría ser un buen título…y con lo grande que es un colectivo y con lo fácil que se para, así nomás, al simple son, la efímera cantata, el ahora pausado ritmo, el interminable ritual. En fin, cada uno con sus rituales…oh, qué gran día para la inspiración,- respiró alegre.
-¡Parada! Ya nadie, por lo menos en esa parada, tenía la necesidad de decir, menos gritar con animoso fervor, la dulce palabra; apenas, y ni siquiera, cuando uno se baja a destino por la parte de adelante del inmenso móvil. Encima con el timbrecito que hace “tring” es todavía más fácil.-
-Pero buenas, ¿cómo va? - Lo distrajo una compañera a la que no le quedó otra que saludar por falta de destrezas evasivas. Hoy tampoco tenía nada demasiado interesante para estudiar, ni contar. Hablaron del fin de semana, las salidas, que qué tal estuvo, que qué tal te fue, un condescendiente “ah, que bien”, etc. -¡Parada!-pensó- por fin llega, diríase que nos salvó la campana antes que nos asesináramos de aburrimiento-, haciendo levemente una mueca de extraña satisfacción que incomodó a su acostumbrada compañera. - A renacer de nuevo como hombre que baja del colectivo para devenir luego en hombre que bajó del mismo ruidoso aparato y se dirige casi automáticamente a tener paciencia en clases para no tirar todo a la mierda, pensaría Siddartha-.
-¿Hoy estaría ella, hoy la vería? ¿Sería un nuevo día en el cual volver a repetir, o alimentar, su absurda ilusión, con la ilusión de seguir escribiendo absurdos?- A veces pensaba y hasta quería que no, pero la realidad, cruda, ruin, fatal, siniestra, es que todavía la necesitaba. Todavía no había escrito su novela.
Era otro frío día de Mayo en invierno, que parecía congelar en un freezer de los buenos sus momentos de inspiración, como a él le encantaba llamarlos.
-Inspiración, imaginación, musas, siempre dando vueltas por lo mismo vos- se decía antes de agarrar su mochila para partir nomás a la facultad, intentando la imposible empresa de no pensar – o al menos no pensar boludeces. Si por lo menos pensara cosas interesantes, o útiles, o diferentes, o aunque sea una de esas cosas que a uno le hacen ganar unos mangos… ¿los demás escritores habrán estado exentos de monetaria ambición? ¿Y qué carajo pensarían? Ya sé por lo menos que Rubén Darío sí gozaba de económica lujuria…- justo en ese punto se interrumpía su brillante entelequia, al llegar su colectivo a buscarlo de su habitual parada.
-Parada…-río con muda fascinación luego de encajar casi a la fuerza las totalidad de monedas que equivalían por esos tiempos a un pasaje de colectivo-que curiosa palabra…hasta podría ser un buen título…y con lo grande que es un colectivo y con lo fácil que se para, así nomás, al simple son, la efímera cantata, el ahora pausado ritmo, el interminable ritual. En fin, cada uno con sus rituales…oh, qué gran día para la inspiración,- respiró alegre.
-¡Parada! Ya nadie, por lo menos en esa parada, tenía la necesidad de decir, menos gritar con animoso fervor, la dulce palabra; apenas, y ni siquiera, cuando uno se baja a destino por la parte de adelante del inmenso móvil. Encima con el timbrecito que hace “tring” es todavía más fácil.-
-Pero buenas, ¿cómo va? - Lo distrajo una compañera a la que no le quedó otra que saludar por falta de destrezas evasivas. Hoy tampoco tenía nada demasiado interesante para estudiar, ni contar. Hablaron del fin de semana, las salidas, que qué tal estuvo, que qué tal te fue, un condescendiente “ah, que bien”, etc. -¡Parada!-pensó- por fin llega, diríase que nos salvó la campana antes que nos asesináramos de aburrimiento-, haciendo levemente una mueca de extraña satisfacción que incomodó a su acostumbrada compañera. - A renacer de nuevo como hombre que baja del colectivo para devenir luego en hombre que bajó del mismo ruidoso aparato y se dirige casi automáticamente a tener paciencia en clases para no tirar todo a la mierda, pensaría Siddartha-.
-¿Hoy estaría ella, hoy la vería? ¿Sería un nuevo día en el cual volver a repetir, o alimentar, su absurda ilusión, con la ilusión de seguir escribiendo absurdos?- A veces pensaba y hasta quería que no, pero la realidad, cruda, ruin, fatal, siniestra, es que todavía la necesitaba. Todavía no había escrito su novela.
EN LIBERTAD, TE ESCRIBO
Te destierro
A los confines últimos
De la finitud de la hoja.
Te recluyo al último rincón.
Exiliada estás, separada, inmóvil, forcluida
De la caótica informidad
Sólo para entrar a un orden tortuoso
En el que deliberadamente te he asignado yo.
Habrás de finiquitar tu feliz destino de errante vaga
Para conformar
El engaño de un sentido,
La locura de un cuaderno,
El delirio de un renglón.
Sufrirás un terrible y asolador abandono
Cuando la impiedad de mi mano dé vuelta la hoja.
Vivirás mucho tiempo, y el mismo decidirá
Consultando a la suerte
Si tendrás
El orgullo cautivador de la inmortalidad.
Desde hoy no podremos separar entre túyyo,
Entre ustedesynosotros
-y finalmente nosotros-,
El despertar en la aurora de un mismo devenir
Y su sinuoso delta.
Has firmado una condena bajo la inflexión de mi birome
Y la coerción absurda de mis dedos.
Naciste nuevamente,
Tristemente encarnada bajo el halo de mi pluma.
Pagarás una reclusión sin fianza por ello
Y sin culpa
Mientras yo siga encadenado, poema querido,
A un cuaderno nuevo, a un papel en blanco,
A mi cálida cárcel de empedernido escritor.
A los confines últimos
De la finitud de la hoja.
Te recluyo al último rincón.
Exiliada estás, separada, inmóvil, forcluida
De la caótica informidad
Sólo para entrar a un orden tortuoso
En el que deliberadamente te he asignado yo.
Habrás de finiquitar tu feliz destino de errante vaga
Para conformar
El engaño de un sentido,
La locura de un cuaderno,
El delirio de un renglón.
Sufrirás un terrible y asolador abandono
Cuando la impiedad de mi mano dé vuelta la hoja.
Vivirás mucho tiempo, y el mismo decidirá
Consultando a la suerte
Si tendrás
El orgullo cautivador de la inmortalidad.
Desde hoy no podremos separar entre túyyo,
Entre ustedesynosotros
-y finalmente nosotros-,
El despertar en la aurora de un mismo devenir
Y su sinuoso delta.
Has firmado una condena bajo la inflexión de mi birome
Y la coerción absurda de mis dedos.
Naciste nuevamente,
Tristemente encarnada bajo el halo de mi pluma.
Pagarás una reclusión sin fianza por ello
Y sin culpa
Mientras yo siga encadenado, poema querido,
A un cuaderno nuevo, a un papel en blanco,
A mi cálida cárcel de empedernido escritor.
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